Sobre mí
Apasionado de las humanidades, de la historia y de la literatura. Apasionado, en general, de la palabra. No concibo un mundo sin palabras, sin cuartillas, sin portadas. El aroma de un libro, nuevo o usado, me retrotrae a los años de juventud, a esos veranos en que me dejaba caer por la biblioteca de mi pueblo a por un libro, a por otro, y a por otro. Leí mucha novela y mucho teatro. Mis padres tenían una modesta colección de libros en casa y ese fue el germen de mi amor incondicional. Entonces había menos distracciones que ahora y menos donde elegir, así que fui dando cuenta de esas lecturas en casa para después comenzar las incursiones en la biblioteca municipal.
No puedo decir que fuera un chaval al uso. Nunca lo fui, e incluso ahora, peinando canas, no puedo decir que me considere parte de la mayoría. En ese terreno movedizo me he movido siempre, y donde antes había inseguridad, ahora existe una firme certeza de que todo está como debe estar. Formo parte de un ejército de nostálgicos y de amantes de la lentitud, de la cadencia y del ritmo pausado de otros tiempos, que no son necesariamente mejores, pero que fueron tejidos con otra urdimbre, basada en los pequeños detalles y en el dulce fluir de los hechos. Hubiera nacido con gusto en el Madrid del siglo XIX, porque amo Madrid, pero qué se le va a hacer…
Amo la identidad hispana, amo el español —amo otras lenguas, pero amo en particular mi lengua vernácula—, amo las Letras, aunque me haya dedicado a cosas bien distintas a lo largo de mi vida; hay que comer y pagar las facturas… Acerca de España, me embelesa la idea patria y todos sus rincones, sus costumbres, sus gentes y sus tradiciones. Sí Labordeta viviera, le diría algo así como «un país en la cuartilla».
Jamás he estado de vuelta de nada ni de nadie y mi principal anhelo es aprender de quien sabe y aprehender nuevas experiencias.
Estoy orgulloso de mi origen murciano de clase media y creo en el mérito como motor del ascenso social. He dicho.